Capítulo 23.
Su ceño se frunce mientras teclea con agilidad en la computadora, sus ojos ya estaban pesados y se cerraban cada minuto, su cuello dolía porque cabeceaba de vez en cuando pero aún así seguía buscando algunas opciones en el buscador, mira la hora en la esquina del aparato y se sorprende por todo el tiempo en él ha estado allí.
Voltea solo un poco y sonríe al ver a su lindo omega acurrucado a un lado de él, la camisa que traía puesta como pijama (la cual era suya) se había levantado por todas las vueltas que dio para encontrar ese espacio cómodo. Sus piernas estaban enredadas con las suyas, baja su mano y da una suave caricia con la yema de sus dedos a la piel expuesta.
Jimin habla entre sueños murmurando muy bajito, se remueve y se abraza mejor a él. Jungkook maniobra para cerrar la laptop y dejarla en la mesa de a un lado antes de que caiga al suelo.
Lo abrazó con cuidado de no despertarlo y cerró los ojos dejándose llevar por el sueño y el cómodo calor que emanaba su cuerpo.
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—¡Si no abres la puerta me tiraré al pasto y dejaré que me coman los gusanos, así te quedarás con la conciencia intranquila porque morí en tu patio! —grita desde el otro lado de la puerta de cristal Jin, el cual lamía su helado mientras veía a sus amigos dentro de la casa.
—Yo digo que cierres la cortina y lo ignoremos el resto de la tarde. ¡Es un dolor de huevos! —Taehyung dice en voz alta para que escuche también él.
Jimin estaba recargado en el sillón con los brazos cruzados en su pecho y una sonrisa en la cara, ¿por qué Seokjin simplemente no se quedaba quieto en su lugar?
Lo qué pasó fue lo siguiente: Jungkook salió muy temprano al trabajo como todos los días, antes de que sus amigos llegaran ellos tal vez estaban dándose amor de más, tal vez. Regresando a lo principal, Jungkook se fue y los dejó a los tres solos en su casa, ahora, Jin como el metiche que es, inspeccionó mucho (demasiado) que terminó por romper uno de los estantes de la sala, donde se encontraban objetos de colección los cuales Jungkook cuidaba con su alma.
Jimin se sintió y se siente tan mal, hasta ahora no sabe como se lo explicará a Jungkook.
Y Jin en vez de ayudar se fue a comprar helado, genial, más amigos como él.
—¿Sabías que Jungkook coleccionó todo eso desde que era un niño? ¡Me va a matar cuando vea que se rompieron! —Jimin le gruñó dándole un golpe a la puerta—. Ni aunque trabaje toda mi vida le podré pagar eso...
—Pero tienes otros modos para pagarle, hasta propina le puedes dejar —se burló de él.
—Te quedarás afuera hasta que limpie todo esto, ya veré que te hago más tarde —le apuntó con el dedo.
—Así agarraré color, me estás haciendo un favor amigo.
—Los aspersores se encienden en diez minutos, suerte princesita —le enseña el dedo del medio antes de perderse detrás de los sillones.
Taehyung imita su acción solo que él va directo al cuarto de limpieza por la escoba y recogedor.
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—Enserio no sé como le diré, verá el hueco en la pared y lo notará —casi llora al tirar las figuritas destruidas a la basura.
Taehyung en modo de consuelo palmea su hombro.
—No creo que se dé cuenta.
—Ya está por llegar.
El reloj marca un cuarto para las nueve, sabe que ya está en camino o que está por terminar sus pendientes, tiembla por los nervios.
Sus amigos salen de su casa, Jin solo corrió por la puerta para tratar de escapar de aquellos dos. Taehyung se despide con un abrazo y le desea suerte.
La casa ahora está sola, desde que él llegó a vivir ahí no hizo falta que las de la limpieza se quedaran, aunque Jungkook quería que tuviera ayuda ya que era una casa grande y no quería que su omega hiciera todo ese trabajo.
Chiyo ya solo llegaba cada fin de semana a preparar esos lindos y ricos pastelitos.
Escucha la puerta de la entrada ser cerrada, llega hasta el delicioso aroma ya conocido y sonríe sin pensarlo. Jungkook llega con la camiseta arrugada y el saco mal acomodado, sabe que está cansado porque abajo de sus ojos se ven unas notables ojeras como si no hubiera dormido en meses. De alguna manera, Jungkook se siente revivir cuando logra verlo, le sonríe como siempre, transmitiéndole paz y amor.
Jimin chilla cuando es alzado por el más alto, enreda sus piernas en su cadera y lo abraza. Jungkook no tarda en hundir su nariz en su cuello, busca la marca y se asegura de lamerla, la necesidad de reabrirla está en todo su ser.
—Te he extrañado todo el día mi dulce —dice casi en un susurro, como si fuera un pequeño secreto.
—Y yo a ti mi bello alfa.
No puede evitar reír por las leves cosquillas que él dejaba en su cuello, amaba que el mayor fuera así con él.
Jimin recuerda lo que esconde detrás de él. Carraspea y trata de calmarse para que Jungkook no note su nerviosismo, falla.
—¿Pasa algo? —sale de su escondite y mira al pequeño entre sus brazos, su ceño se frunce luciendo intimidante.
—¿Q-Que? ¿Algo? ¿De qué hablas? ¿Q-Qué puede pasar? —baja por fin y cuando sus pies tocan el suelo camina casi huyendo hacia la cocina, se para de golpe cuando recuerda que aún no ha tirado el resto de figuras rotas, es tarde cuando intenta dar media vuelta para subir al segundo piso porque ha chocado con el pecho de Jungkook.
—¿Qué pasa, cariño? ¿Me estás ocultando algo?
Y Jimin mira a Jungkook.
Lo mira y piensa en que tal vez se enoje o se ponga triste, no quiere que él se sienta así, sin embargo, no quiere mentirle. Piensa en que está haciendo un drama en su cabeza, pero en serio, en serio, tiene miedo.
—Bueno, yo... no yo... solo pasó y se cayó y boom —manotea sus manos como un niño pequeño—. Se rompió.
Jungkook traga duro y mira hacia la sala.
—¿Qué se rompió? —pregunta sutilmente.
Baja la cabeza y muerde su labio, a la vez que empieza a jugar con sus manitas.
—Tu colección de cochecitos de las generaciones pasadas que fueron de tus bisabuelos y tatarabuelos... —cierra los ojos y su labio tiembla.
Recuerda, porque todo dato que ha salido de su boca lo ha guardado en su mente, que Jungkook hablaba de cada uno de ellos, la historia de cada uno, en qué fecha se los dieron, el modelo de cada cochecito era diferente al igual que el material con el que estaban hechos, objetos de colección originales, que ahora estaban rotos y en la basura, bueno, apunto de ser tirados.
—Jim —ahora él hace un puchero—. ¿Mis cochecitos?
Y aquí es donde Jimin quiere tomarle una foto aunque no es el momento, solo que la imagen de Jungkook haciendo pucheros y con sus ojitos casi llorosos le tocan el corazón.
—Cariño...
—Espera —cierra los ojos y coloca una mano en su cadera mientras que la otra va hasta su cara para cubrirla.
—No fui mi culpa, es solo que Jin quiso verlos, le dije que no los tocara porque sabía que eran muy importantes para ti, te juro que si hubiera sabido que esto iba a pasar ni siquiera lo hubiera invitado, Jungkook en serio, perdóname —y ahora él está a punto de llorar.
—¿Dónde están?
—En la cocina.
Jungkook pasa a un lado de él y va hacia allá. Jimin lo sigue. Cuando llega detrás de él mira como toma las piezas rotas entre sus manos, trata de unirlas para que estas traten de "pegarse" de nuevo, fallando obviamente.
Niega con la cabeza tomando todos los pedazos para tirarlos a la basura.
—Sabías que eran importantes para mi.
—Kook...
—No, no estoy molesto contigo —dice de una vez, Jimin lo mira buscando alguna pista de mentira, pero él lo dice lo más honesto posible.
—¿En serio?
Asiente y sonríe, muy poco pero lo hace, sabe y siente que le duele de alguna forma.
—Ven aquí bebé grandote.
Jungkook se refugia entre sus brazos y lo aprieta en su pecho, cierran los ojos al mismo tiempo y se permiten oler el olor del otro conociéndolo tan a la perfección.
A lo mejor al día siguiente que Jungkook vio a Jin le tiró el helado que traía en la mano, ensuciando toda su ropa.
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